martes, 9 de enero de 2018

«Un pequeño error al principio, se vuelve grande al final». Tomás de Aquino

Se llama inteligencia (intellectus principiorum) a la capacidad de ver la verdad de inmediato, sin necesidad de discurrir. Las verdades inmediatas son "principios primeros": se entienden por sí mismos y causan la intelección de las demás verdades. Ante los primeros principios el entendimiento es como el ojo ante de la luz: no necesita buscar, ya posee. Son ejemplos de primeros principios: «Es imposible afirmar y negar lo mismo, a la vez, respecto a la misma cosa» (principio de no-contradicción); «Haz el bien y evita el mal» (principio de la acción). Como los principios son evidentes, no necesitan ser demostrados; son el paradigma de la verdad inmediata.
Imagínese que el capitán de una nave comete un pequeño error al fijar el rumbo: cuanto más avanza, más se aparta de su destino. Quien se equivoca en algo elemental, por mucho que razone, no llega a conclusiones buenas, sino por casualidad. Esto pone en su lugar el papel del razonamiento.

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